Lo recuerdo en la Plaza de Armas, contándonos de cuando rayaba con tiza las baldosas de esa misma plaza, justo bajo la banca donde nos sentabamos, para resolver ejercicios de 'mate' para el examen que tendría más tarde, se acordaba de su época escolar, de su colegio San Juan y su Laredo. A José Watanabe, el poeta, le gustaba la conversación, la noche, la belleza, la sencillez y la humildad.
Lo conocí en un taller de creación de guiones, del cual me llevé su buen recuerdo, sabios consejos, y una imagen que aún no puedo ubicar en mi pequeña filmografía. Imagen, que coincidentemente tiene un ataúd, coincidencia triste ahora que escribo a la sombra de su muerte. Tendría que agraderle, si no lo hice en aquella oportunidad. Gracias maestro.
La última vez que lo vi, fue visitando su Trujillo, conferenciando sobre su proceso creativo, lleno de cábalas de tintas negras y hojas blancas, de reescrituras perpetuas que lleven por el camino de la repetición a la perfección (o casi), del ejercicio de la sorpresa sobre las cosas más banales: las piedras, los árboles, los heladeros y los crucifijos. Leyendo sus poemas de profundidad y simpleza. Quise hablarle, pero no.
Hoy, el poeta Watanabe ya no está, se fue ayer, en la noche, en silencio, con sencillez, con humildad, como era su estilo. Quizá hoy este con Vallejo, Eielson y Delgado. A nosotros nos queda dar testimonio que "habitó entre nosotros".
Pueden leer sus poemas para elevar sus plegarías, aquí.
¡Pucha, la vida! dijo el poeta, y se calló, y con él, todo el mundo. Pero el silencio lo apagó una carcajada lúdica. Risa sin broma de por medio, risa de verdad revelada. El mismo silencio se hizo en el lugar donde Cristo estaba colgado con el corazón sangrante, con Marcahuasi a la derecha y Cuzco a la izquierda, afiches turísticos. Y el mozo miraba la mesa. Y, yo no le tengo miedo a la muerte! ¿y a la soledad? ¿y a la enajenación? Uno retenía las iras como la espuma que se colgaba del vaso, y el otro que ya conocía esas frustraciones de los tumbos y caminos errantes ensayaba un salud, y yo no lo tengo miedo a la muerte; pero que vengan tres más, con el cariño de la casa, y el mozo vuelve a mirar la mesa, pero me las destapa una a la vez, sobre la mesa de vinil rojo, esquina de pollería o chifa bajo la axila de la ciudad. Ahí donde, se garabatean cronogramas o libros de Bryce que vienen con piscosour. Y uno camina desorientado, y otro desaparece. Las luces se van de contrabando, quién sabe cuando encenderán, más seguro es que enciendan los sueños, porque, yo no le tengo miedo a la muerte, dijo el poeta, y se calló, y con él, todo el mundo.
A través de tres monólogos interiores; una pareja de enamorados, Mauricio y Patty, y su amigo Lucho sinceran sus pensamientos sobre una circunstancia nueva e inesperada: ella está embarazada. Mientras cuentan sus impresiones, se cuestionan el futuro, sus relaciones y expectativas sobre la llegada del pequeño que está por nacer.
Uno es conciente que el mundo está conformado por esa masa informe de entes, gaseosos, líquidos y sólidos, que solemos reunir en categorias, universales y generalidades, que conforman nuestro diccionario (e imaginario) y que, además son anulables entre sí, para que cada ser este complementado, o en un decir más pesimista, que hoy lo estoy, se reduzca a la nada. Así el belleza anula la fealdad, el anverso al reverso y el bien se enfrenta al mal.
En general, nuestros días pasan entre una vasta variedad de mezclas de estos conceptos enfrentados, donde las cosas en vez de ser blanco o negro, se presentan de un gris permanente. Pero, en algun lugar o momento, esas cualidades se concentra, como si el mal se buscase a si mismo, se reconociese, y formase una pelota oscura, en una enfermedad, en forma de vilipendio, injuria, injusticia o se personifica con rostro propio y señas.
Claro, esa es una percepción mía, y en la que por comparación, y pasado el estrago que pueda causarme tal malformación, puedo entender el resto de seres como más luminosos, acaso mejores en su propia naturaleza. Pero, también en la medida, que se representa abyecto para mí, para aquel otro, acaso, yo no tendré las mismas características, no concentraré adjetivos y juicios en los que seré vil, malhediciente o pagano (no se cual apelativo, usarán). De ser así, acaso, no seré ese vehículo que "anula"y complementa al otro.
Soy sólo una reacción, a la coacción. No es negro, es solo otro gris más oscuro.
and I've been working like a dog It's been a hard day's night, I should be sleeping like a log
La muchedumbre se acumula alrededor, y las monedas suenan al estrellarse unas contra otras en el sombrero que está en la acera. La sonrisa del cantante no se hace esperar, mientras entona su inglés, lengua natal. El corillo está conformado por distinto tipo de gente: la señora que te topas en el mercado, el policia municipal, los chibolos que venden caramelos de noche, adolescentes, curiosos, todos, muchos.
Ay! que cojuda esa gente, le dan plata, solo porque es gringo - dice Alice, con quien camino por el centro Es al revés, quieren demostrar quien es el que tiene el dinero - le comento
Sergei me contó una vez, de su padre cuando viajó a Estados Unidos, que se quedó sentado en un parque, atónito, viendo cavar una zanja a los obreros, obreros gringos. Que en su vida su padre, peruano, huanuqueño, , había visto a un gringo, rubio, blanco, sudar así y levantar zanja, que era por sí solo harto espectáculo. Se quedó horas sentado en el parque observando la faena, y cuando se le acercaron a preguntar extrañados, sino incomodos, el sólo les respondió, con una media sonrisa "Sigan, sigan"... Y pensándolo, sí pues, yo tampoco los he visto lampa en mano, más que en películas.
Y las monedas siguen cayendo dentro del sombrero de sílabas inglesas, mientras nos vamos caminando, y yo pienso en el racismo nuestro de cada día, en el que la revancha se disfraza de buena voluntad, y una limosna es un acto de desprecio al otro, porque se sabe inferior, porque lo creen inferior.