Catalino salta grácilmente de un hombro a la mesa; y de ahí, a la ventana. Poco le importa ser un mono de tres patas, que el mono Masha le haya arrancado una pierna y parte de la oreja izquierda en una pelea celosa. Igual lo engrien, igual salta y busca comida en un cesto, saca una manzana que apenas cabe en su boca y se va feliz a jugar con la media docena de perros, con el gato o el perezoso que viven con él, o quizá a hacerle muecas a alguna de las hiperquinéticas ardillas del jardín.
La casa de David no es una casa, es un zoo; y antes que un zoológico, un refugio para animales. No lo había visitado hace meses, pero cada vez que regreso, habrá acogido algún nuevo animal para que lleve una mejor vida que la de mascota exótica convicta en medio de la ciudad. Siempre que vuelvo al MiniZoo, que asi se llama esta iniciativa para salvar animales, respiro de ese aire de convivencia tranquila con la naturaleza, rodeado de cactus y canarios y sol y un montón de sosiego.
La campiña me ha recibido por un camino nuevo, de adoquines encarnados, que me recuerda a los de Oz, donde Dorothy bailaba con Toto. El camino lleva hasta las imponentes Huacas del Sol y La Luna; pero yo no quiero ver al mago degollador, sólo voy a visitar a David y a los García. Estos últimos son una familia de hermanos, mitad artesanos, mitad artistas y 100% moches; su casa es a la vez museo, galeria y hogar. Ahi está Sol, protagonista de mi documental de perros viringos. Está con la nueva Luna (osea Luna Nueva) y sus crías: Payar y Conache. Es papá! Me alegro casi como un tío con la noticia, y Javier, el mayor de los García, comenta hallazgos de la vida familiar de sus calatos, del Sol refunfuñón, la amorosa Luna y de los inquietos mellizos.
Y si salgo a la puerta, veo la campiña verde, con el cielo alto y el horizonte dibujado de cerro, y toda esa paz que me lleva a envidiarla y a prometerme vivir ahí (o al menos visitarla). Pienso en esa vida bucólica y laxa, como de ensueño. Aunque sé que en el fondo sea austera, sacrificada; vida trabajadora de campo, vida de campiña... sonrío. Me gustaría tomar Chicha de Moche.